Nuestros hijos, nuestros alumnos y el juego

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¿Se acuerda todo lo que jugaba cuando era chico? ¿Cuánto tiempo le dedican hoy los chicos al juego?

Jugando, el niño inventa y crea un mundo diferente, descubre posibilidades y aspectos de su persona que de otra forma nunca hubiese imaginado, ya que en el juego todo es posible… Jugando, el niño se enriquece y los adultos a la par. El juego es un campo por demás propicio para la integración e interrelación de diferentes aspectos de la persona y del niño con otros… Jugando, el niño combina objetos, hechos, personajes, puede romper esquemas instalados y elegir aquello que más desea. En el juego todo es posible… Así el niño SE descubre de nuevo, diferente, habilitado para todo y principalmente creativo. Y de manera “muy distraída”, pero muy concentrada en el juego, comienza a lograr y desarrollar aspectos de su persona que nunca hubiera imaginado.

Cada día se observan más y más niños cuyas posibilidades externas e internas de juego se encuentran limitadas. Esta es una realidad muy palpable de nuestra época y especialmente de las grandes ciudades.

¿A qué me refiero cuando hablo de posibilidades externas? En líneas generales a todo lo que rodea a nuestros niños. Veamos algunos puntos: las exigencias escolares son cada vez mayores y los niños tienen menos tiempo para dedicarse al juego cuando regresan a sus casas. Las grandes ciudades con su rápido crecimiento (no sólo edilicio sino también en peligro) dificultan cada vez más el juego en la calle, el juego barrial. Los padres con sus exigencias laborales, tienen menos tiempo para sentarse a jugar con sus hijos. Las familias ya no son tan numerosas, lo cual hace que los niños tengan menos compañeros de juego entre hermanos. Las actividades extraescolares de los niños en algunos casos merecen verdaderas agendas, por la multiplicidad y complicación horaria. Y podríamos enumerar más elementos que están influyendo hoy día en la disminución de las horas y la calidad de juego.

Todos sabemos en mayor o menor medida la importancia del juego en los niños. Recordemos sólo por un instante momentos de juego de nuestra propia infancia y evaluemos si fueron o no importantes para nosotros y nuestra vida. En una primer etapa del niño el acompañamiento de los padres es fundamental. La importancia de la función paterna y materna en el juego es por un lado hacerle sentir al niño el PERMISO para jugar. El permiso de juego, la libertad de juego es la primer llave que tenemos que darle a nuestros hijos y alumnos. Un permiso que, por supuesto, tendrá que ir acompañado del cuidado necesario por parte de los adultos. El permiso de juego, es la posibilidad que el niño tendrá para transformar, explorar, investigar, crear y desarrollar su autonomía. Junto con el permiso tenemos que favorecer el juego por distintas vías que vamos introduciendo de a poco, de tal manera que el niño tenga el tiempo necesario de experimentar primero y jugar luego. No se trata de llenarlo de juguetes complicados y costosos. El niño no necesita de ello, si bien también lo puede disfrutar. Se trata de introducir elementos simples, que estimulen desde distintas perspectivas al niño. Elementos que, cuanto mayores posibilidades de transformación ofrezcan, mayor riqueza de juego le va a brindar al niño.

¿Cuáles son las actitudes que los padres/docentes pueden tener en cuenta para fomentar el desarrollo lúdico de sus hijos/alumnos?

Estar presentes en una cercanía tal que los niños puedan sentirse seguros, atendiendo también la necesidad de contacto que puede surgir durante el juego, ofreciendo a los niños así la posibilidad de sentirse importantes, dándole valor a sus juegos.

Ofrecer suficiente tiempo y espacio de juego, para que los niños puedan desplegar el mismo en forma relajada.

Ofrecer elementos de juego que favorezcan la construcción, respondiendo a las posibilidades de cada uno sin sobreexigir ni subestimar. Aquí es importante que los padres estén atentos al momento donde su presencia y ayuda ya no son necesarios, retirándose a tiempo del juego.

Señales del juego que requieren ayuda:

Si el niño evita el juego y el jugar por un período prolongado.

Si los niños juegan siempre lo mismo, o repiten constantemente el mismo contenido en sus juegos.

Si el niño no puede crear situaciones diferentes en sus juegos.

Si el niño no puede jugar con otros niños (a partir de los 4 años sobre todo).

Si el niño no puede jugar solo, exigiendo siempre la compañía de un adulto o de un compañero de juego.

Si el niño no puede concentrarse en sus juegos, cambiando constantemente de juego (sobre todo a partir de los 3 años).

IDEAS…Ofrecer a los niños algunos de los siguientes elementos puede generar juegos diferentes, desconocidos, nuevos…: cajas de diferentes tamaños (y si son grandes como para meterse adentro, MEJOR!!); rollos de papel vacíos; telas o sábanas viejas y almohadones; cajas con diferentes elementos: piedras de diferentes tamaños, botones, esponjas, tapitas. Dar PERMISO y dejar al niño que descubra, que invente, que construya, que despliegue…

“No hay juego posible si la ternura no media en el vínculo, si no hay un cuidado hacia el otro y un respeto de sus posibilidades y límites. Si la madre no se encuentra con su hijo en el juego, si el docente no se encuentra con su alumno en el juego, si el terapeuta no se encuentra con su paciente en el juego, no hay vínculo posible y por lo tanto no hay desarrollo ni construcción de conocimiento ni de lazos sociales.” (Öfele, 2014) Lo que se aprende riendo y jugando, queda arraigado, es más fácil de apropiar y permitirá dejar huellas, -en lugar de cicatrices-, que invitarán a nuevos juegos y a aprendizajes más significativos.

Dra. María Regina Öfele

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