Escuelas de hoy y nuevos paradigmas ¿Cómo gestionar en clave de cambio?

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Quienes estamos hace algunos años en el mundo de la educación lo vimos venir, crecer y “empoderarse”.   En las últimas décadas, el lenguaje educativo empezó a colmarse de palabras que hasta entonces eran propias de otros ámbitos.  Cerebro, mente, emociones, sinápsis;  son sólo algunos de los términos que de a poco fueron ganando terreno en la escolaridad y sus discursos.

Es así, que de la mano de esos ingresos, empezaron a surgir las preguntas:

¿Vale la pena incorporar el saber de estos paradigmas al mundo de las escuelas, las aulas, los docentes, la gestión? ¿Es realmente necesario pensar la escuela desde otro lugar?  Y principalmente, ¿pueden estas corrientes enriquecer la realidad de nuestros colegios con sus matrices de análisis, respuestas y aportes?

Con más de tres décadas de hallazgos en su haber, las Neurociencias constituyen hoy un espacio de investigación creciente y activo que profundiza en la mecánica del sistema nervioso, su estructura, función, genética y fisiología.   Entre otras cosas, la neurociencia, procura describir con precisión lo que acontece en el cerebro durante el proceso de aprendizaje.   Este aporte científico, aunque en principio sea externo a las ciencias de la educación, abrió el camino de la Neuroeducación; una disciplina incipiente que nos ayuda a concebir cómo y por qué aprendemos de la forma en que lo hacemos.   A partir de la identificación de los correlatos fisiológicos del aprendizaje, propone formas alternativas e innovadoras para abordar la tarea docente, sus métodos, estrategias, tiempos, recursos.

Ahondar en los conocimientos que tenemos los educadores sobre el cerebro, sus cualidades y potencias, puede ayudar a pensar cómo facilitar el aprendizaje, y cuáles son las mejores estrategias de gestión (escolar y áulica) para desarrollar un encuentro educativo positivo y fecundo.  La neurociencia puede ayudarnos a facilitar la elección de estrategias, recursos, entornos porque nos provee de herramientas para potenciar la atención, el bienestar, la memoria ,el aprendizaje.

Sus aportes demostraron, -entre otras cosas- que el verdadero aprendizaje se incrementa por el encuentro, el bienestar y el desafío y se inhibe por la amenaza o el desencanto: vino a subrayar desde la evidencia empírica que cognición y emoción, son y deben ser, socias concientes en este proceso.  Que no es posible mejorar los entornos de aprendizaje si antes no enfocamos la atención en mejorar los vínculos; con nosotros y con los otros.

Es ahí donde se abre espacio a este segundo aliado de la escuela actual.  Porque si la neurociencia es un camino, la educación emocional puede ser la llave que facilite el ingreso a una educación más eficiente, más certera, más humana.

Estos nuevos enfoques pueden colaborar en la construcción de una escuela que sepa partir de las certezas de la ciencia para afrontar la incertidumbre de la realidad que vivimos.  Una escuela capaz de enriquecer a su gente con herramientas emocionales y cognitivas que les permitan afrontar con serenidad y fortaleza la ambigüedad del presente.

Una escuela con equipos que sean capaces de potenciar el aprendizaje desde la emoción, la integración con el otro, y la conciencia de estar compuestos por seres sociales, emocionales y racionales por esencia y existencia. Una escuela para éste, nuestro mundo, que cada vez necesita más de instituciones que nutran y se nutran.

 

Mg. Mariela Cuda

Neuropsicoeducadora- Mg. Educación emocional

Autora de Neurociencias, didáctica y pedagogía. CLICK AQUÍ

 

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