¿Se está banalizando la educación emocional?

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Mucho se habla en estos tiempos de la educación emocional y de cómo llevarla a cabo en el ámbito de la escuela. En la Argentina este concepto ha ido ganando lugar en los últimos años y dos provincias le han dado un marco legal a la inclusión de la educación emocional en los programas educativos. En otras provincias de nuestro país se comienza a mencionar con fuerza el concepto y crece el interés de los educadores.

Esta realidad, más que auspiciosa, nos lleva también a reflexionar sobre algunas cuestiones con la finalidad de aclarar conceptos y darle al tema la seriedad que merece. Nuestro país, tan adepto a las modas y al pensamiento binario, adopta en ocasiones prácticas sobre las cuales no se reflexiona ni se fundamenta. Se instalan como mandatos del estilo “hay que hacer educación emocional”, sin importar demasiado los objetivos ni el qué ni el cómo. Frente a esto, muchos educadores se sienten desorientados y recurren a prácticas a las que no siempre les encuentran un sentido. Actuar de este modo nos puede llevar a banalizar la educación emocional o transformarla sólo en un concepto de moda, que en algún momento pasará.

 Me propongo en este artículo reflexionar sobre el concepto y sus aristas y analizar algunas cuestiones que nos pueden correr del foco.  Para esto vamos a comenzar por la definición del concepto:

La educación emocional es un proceso educativo continuo y permanente que busca potenciar el desarrollo de las competencias socio-emocionales como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad integral. Para ello se propone el desarrollo de conocimientos y habilidades sobre las emociones, con el objeto de capacitar mejor al individuo para afrontar mejor los retos que se plantean en la vida cotidiana. Todo ello tiene como finalidad aumentar el bienestar personal y social(Rafael Bisquerra)

Vamos a tomar como punto de partida esta definición, entendiendo que la escuela es un ámbito privilegiado para llevar a cabo este proceso.

El primer aspecto que plantea Bisquerra es que la educación emocional es un proceso educativo, lo cual lleva a suponer que contiene contenidos a enseñar y que esos contenidos deberán adaptarse a las etapas evolutivas de los alumnos y al contexto escolar para ser transmitidos.

En este punto, resulta útil referirnos al concepto de transposición didáctica. La transposición didáctica es el trabajo de transformar el “saber sabio” en objeto de enseñanza. Un contenido de saber que ha sido designado como saber a enseñar, sufre a partir de entonces un conjunto de transformaciones adaptativas que van a hacerlo apto para ocupar un lugar entre los objetos de enseñanza. El «trabajo» que transforma un “objeto de saber a enseñar” en un “objeto de enseñanza”, es denominado la transposición didáctica. (Yves Chevallard, 2005)

 Este concepto nos conduce pensar en la necesidad de adaptar los saberes relativos a la educación emocional, que provienen de distintos ámbitos del saber, atendiendo a las particularidades del contexto escolar.

 También será importante considerar las particularidades de la relación educativa.  Entre estas particularidades podemos mencionar que en toda relación educativa hay una intención pedagógica que busca promover los aprendizajes a través de la adaptación de la propuesta curricular, con una intención explícita de enseñar y favorecer determinados aprendizajes. También, en toda relación educativa hay un docente que domina la materia, que sabe más que el alumno acerca del tema a enseñar y que es quien anticipa y organiza las situaciones didácticas.

Esto implica desterrar algunas ideas, supuestos o mitos que circulan acerca de la enseñanza de la educación emocional, entre los que podemos mencionar:

  • Se puede enseñar educación emocional sin haberse formado en el marco teórico de la misma.
  • Las actividades o sugerencias que aparecen en cientos de libros que circulan sobre el tema, se pueden trasladar al aula “en crudo” sin la mediación ni adaptación del docente.
  • La educación emocional es trabajar con los emergentes (conflictos, temas que traen los chicos etc.) no es algo que se pueda planificar y anticipar.
  • Trabajar educación emocional es sinónimo de hacer alguna actividad “divertida”, acerca de las emociones
  • Las clases de educación emocional son una especie de “momento catártico” dónde saldrán temas que harán que el docente pierda el control de la clase.
  • Es lo mismo enseñar los contenidos de educación emocional en la empresa, en la escuela o en intervenciones psicoeducativas con las familias.

Estas ideas y otras similares, pueden contribuir a una banalización de la educación emocional, obviando la sistematicidad, la selección de contenidos, el planteamiento de objetivos pedagógicos y la planificación de recursos y estrategias que se necesitan para impartir las clases. Quizá las siguientes preguntas puedan servirnos de guía o de disparador para repensar las prácticas:

  • ¿Qué contenidos se enseñan en la educación emocional?
  • ¿Cómo se relacionan esos contenidos con los objetivos que se pretenden lograr?
  • ¿Qué selección de contenidos hago en función de las características evolutivas de mis alumnos?
  • ¿Cómo es mi grupo? ¿Cómo es su dinámica? ¿Qué contenidos, objetivos y propuestas voy a priorizar en función de eso?
  • ¿Cómo lo vamos a llevar a cabo? ¿En forma paralela a las áreas curriculares?¿ Integrado en las áreas? En este caso ¿qué áreas del curriculum resultan más propicias para integrar estos contenidos?

Invito al lector a pensar y anotar otras preguntas que se disparen a partir de estás….

Finalmente, me gustaría explicitar que NO ES educación emocional, con la finalidad de aclarar malentendidos que nos lleven a simplificar la práctica:

  • La educación emocional no es únicamente hacer relajación o meditación en clase: las actividades de relajación y meditación pueden ser un recurso importante a enseñar como parte de las estrategias de regulación emocional. En este caso será necesario que el maestro las haya probado primero para sí y luego podrá compartir sus beneficios de manera más genuina y honesta con sus alumnos. Si el maestro no se siente cómodo con dichas propuestas o considera otros motivos para no aplicarlas, igual puede llevar a cabo programas de educación emocional.
  • La educación emocional no es la solución mágica para todos los problemas de la educación y de la sociedad, es una intervención que puede ser de gran utilidad como forma de prevención en tanto ayuda a minimizar la vulnerabilidad de las personas y maximizar sus recursos. Los resultados que se alcancen estarán condicionados por distintos factores como el contexto y la sistematicidad de las intervenciones, entre otros.

  • La educación emocional no es autoayuda, no es una cuestión de slogans, ni es un movimiento psicológico al que adherimos o no adherimos.
  • La educación emocional no es coaching: El coaching es un método que consiste en acompañar, instruir o entrenar a una persona con el objetivo de conseguir cumplir metas o desarrollar habilidades específicas. Un educador podrá utilizar herramientas del coaching para ejercer su tarea, pero su rol tiene otra complejidad. Un aspecto interesante a considerar es que para que el aprendizaje ocurra será necesario establecer un vínculo con el alumno y ocuparse de las emociones que circulan en la clase. Dice Casassus “Las clases no son para alumnos abstractos, son para alumnos concretos y específicos. Por ello insistimos que la enseñanza no es una técnica sino una relación y el aprendizaje ocurre en una relación”

Estimados lectores, ha sido mi intención con este breve artículo reflexionar sobre estos aspectos con los que me encuentro a menudo en el trabajo que vengo realizando desde hace veinte años con docentes, alumnos y padres con relación a la educación emocional.  Los educadores somos los primeros responsables de no desprestigiar la labor educativa, si queremos exigir ese reconocimiento por parte de los otros actores de la sociedad. La formación, la reflexión sobre la práctica, la consideración de las particularidades del contexto, la observación que hagamos de nuestro grupo, serán condiciones necesarias para empezar a diseñar una práctica significativa.

Lic. Cecilia Marino Directora de Proyecto Cepa Autora de Taller de emociones: Experiencias de Educación emocional en la escuela- Editorial Cepa; El rincón de las emociones-Editorial Cepa y Educación emocional Editorial Bonum Bibliografía de referencia Bisquerra, Rafael (2006) Educación emocional y bienestar, Madrid, Wolters Kluwer Cappi, Gisela, Christello Milú, Marino María Cecilia (2009) Educación Emocional, Programa de actividades para Nivel Inicial y Primario, Buenos Aires, Bonum. Chevallard Yves. (2005) La transposición didáctica: del saber sabio al saber enseñado, Buenos Aires, Aique. Marino María, María Cresta, Alejandra Maset, Sofía Mezzina (2019) Taller de emociones experiencias de educación emocional en la escuela, Buenos Aires, CEPA. Marino María Cecilia. (2015) El rincón de las emociones, Buenos Aires, CEPA Poggi Margarita (1995) Apuntes y aportes para la gestión curricular, Buenos Aires, Kapeluz
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